Sábado por la tarde, la vida sigue. En su vida con pocos amoríos y muchas dudas, sale cada lunes a la mañana, toma el colectivo e inesperadamente ahí esta él, que reluce entre todos los pasajeros, sus ojos claros serios la observan cada vez que se da la vuelta. El amor que se tienen es distinto. Es caprichoso, de adolescentes. Dan vueltas, se miran mal, se sonríen alguna que otra vez... pero sino se ven, sienten un vacío. Es que es una hora de sus vidas la que comparten en ese viaje. Un día de lluvia todavía invierno, él tiene la oportunidad de viajar toda una hora con ella, se sientan juntos. Ella brillaba de felicidad, sus ojos se estremecen cada vez que lo ve dormir. A él le gusta mirarla de a ratos siempre que ella este desprevenida. Pasan los viajes, muchas veces ella no se anima y cada vez que hay un asiento vacío a su lado decide dejarlo pasar. Él como siempre se ofende, ella se cansa y lo deja ir. En ese momento, el al ver que no van a compartir el mismo colectivo, él ...